Lección 3
5 Tradiciones Que Se Levantan en
Nuestro Camino a la Sanidad
Marcos 7:5
5 Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué
tus discípulos no andan
conforme a la
tradición de los ancianos,
sino que
comen pan
con
manos inmundas?
6 Respondiendo
él,
les dijo: Hipócritas, bien
profetizó de vosotros Isaías,
como
está escrito: Este pueblo de
labios me honra,
mas su
corazón está lejos de mí.
7 Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
8 Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los
lavamientos de los jarros y de los vasos de
beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.
9 Les decía
también: Bien invalidáis el mandamiento de
Dios para guardar vuestra tradición.
Unos
de
los mayores
obstáculos para recibir
la
sanidad vienen
de
las
tradiciones de los hombres.
Estos obstáculos no solo vienen
de
la
tradición,
sino también
de
las
supersticiones, y de la
mala interpretación de las Escrituras.
Para poder quitar estos obstáculos que nos impiden recibir sanidad, veamos algunos de las más conocidas.
Prim era Tradición
Dios Enferma a las Perso nas
Algunas personas dicen que el Antiguo Testamento declara que Dios envía enfermedades sobre la
gente.
Los que
dicen
esto
citan Éxodo
15:26
donde
dice:
“Y
dijo: Si
oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus
mandamientos, y
guardares todos
sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador.”
Otros versos similares son Isaías 45:7 que dice: “Que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo
la
adversidad (otras versiones dicen “creo el mal” y otras “creo la desgracia”). Yo Jehová soy el que hago todo esto.” Y en Miqueas
1:12
dice: “Porque los moradores de Marot anhelaron ansiosamente el
bien; pues de parte de Jehová el mal había descendido hasta la puerta de Jerusalén.”
Es obvio que
estos pasajes
de
la
Versión Reina Valera no nos
dan el verdadero significado del manuscrito original en idioma hebreo.
Sabemos que
Dios no crea las tinieblas;
y que
el mal no
viene del
cielo. Dios solo permite
el mal, no
lo crea.
El mal no puede venir del cielo, porque ahí no hay mal. Dios permitió que venga, pero no lo creó. Tampoco creó la enfermedad. Solo permite que venga
como resultado de la desobediencia
del hombre.
Como decía John Alexander Dowie: "La enfermedad es el asqueroso engendro de su padre el diablo y su madre el pecado."
La clave para estas dificultades en el idioma consiste en el hecho de que el
verbo activo en hebreo ha sido traducido en el sentido causativo cuando debería haber sido traducido en el sentido
permisivo.
El Dr. Robert Young, en su Concordancia Analítica de la Biblia, quien fue un eminente erudito del idioma hebreo, señala este error en su libro Sugerencias y Ayudas
para
la Interpretación
Bíblica. Dice que
Éxodo 15:26 se
traduce literalmente: “Ninguna enfermedad, que yo permití que sean traídas sobre los egipcios, permitiré que sean enviadas sobre ti, porque yo soy el Señor que te sana.”
Otros piensan que Dios enfermó a Job;
deberían leer un poco su Biblia y darse cuenta que
no fue así,
Dios no lo
hizo, solo lo permitió,
el diablo fue quien lo hizo.
Debemos tener en cuenta lo que dice en Hechos 10:38: “Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el
diablo, porque Dios estaba con él.” Este importante verso demuestra que Jesús es el sanador,
y Satanás el opresor.
No existe ningún
caso
en
la
Biblia en que
Dios
ó
Jesús
hayan
puesto
enfermedad sobre alguien
Cuando Dios le mandó a Moisés que vaya a Egipto para sacar al pueblo de
Israel de la esclavitud, le dijo que le pida al faraón que libere a Su pueblo. Dios no
quería enviar plagas sobre
el
pueblo egipcio.
Pero cuando faraón endureció su corazón, Dios retiró su mano protectora y permitió que las plagas arrasaran la tierra de Egipto. Cuando fue permitida la
plaga
final, que era la muerte, el mensajero
del infierno. La
muerte salió
y destruyó al primogénito de cada familia egipcia. Solo entonces el faraón se sintió obligado a ceder y dejar que se fueran los hijos de Israel.
¿De dónde vino la muerte? ¿Del cielo? ¿Hay muerte en el cielo? Por supuesto
que
la respuesta es no. La muerte nunca ha entrado ni entrará ahí. Jamás habrá muerte en el
cielo.
¿Habrá venido la muerte de Dios?
No, el
no es el autor de la muerte, sino de la
vida. Dios odia la muerte.
¿De donde viene, entonces, la muerte? De Satanás, quien tiene el imperio de la muerte. “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al Diablo” (Hebreos 2:14).
La ley del pecado y de la muerte es la ley del diablo. La ley de Dios es la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús. En Romanos 8:2 dice: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.”
Tenemos la promesa que cuando Jesús regrese este último enemigo será
puesto bajo sus pies. Cristo vino para destruir “al que tenía el imperio de la muerte.” Satanás aún no está destruido, pero será puesto en el abismo por mil años luego del retorno de Jesús. Luego, en el fin de todas las cosas, será puesto
en el lago de fuego y azufre (Apocalipsis 20:10).
La plaga de la muerte recién vino sobre Egipto cuando Dios retiró su mano protectora y la
permitió. Sin embargo, su permiso no debe ser confundido con
mandato. Dios les permite a las personas abrir cantinas y discotecas, pero no les
manda que lo hagan. Permite que la gente
mate y robe pero no les
manda
hacerlo. Hay una gran diferencia entre
permiso y mandato.
Pedro declaró
en
Pentecostés que
Cristo fue crucificado
por hombres
malvados: “A este. . . prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hechos 2:23).
Esto fue la obra de
Satanás por medio de
sus hijos.
En Juan 8:44 Jesús
dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer.” Los fariseos fueron quienes enardecieron al sumo sacerdote y al
concilio. Eran el diablo y sus hijos. Dios lo permitió, pero no
fue su obra.
El hecho de que Dios permita la iniquidad no significa que la gente tenga que
pecar, como tampoco que la gente se ponga en contra de Cristo. Muchos lo están crucificando nuevamente al rechazarlo. Sin embargo, Dios no les mandó que lo rechacen; solo les permite hacer su propia elección, porque el hombre tiene libre albedrío para aceptarle o rechazarle.
Segunda Tradición
Quizás No Sea la Voluntad de Dios Sanarme
Muchas personas que cuando oran por sanidad piensan que deben terminar
con
la frase: “Si es Tu voluntad.”
Escuche un programa de cristiano de televisión en que una mujer oraba por su
hijo enfermo: “Señor si es Tú voluntad sánalo y si es Tú voluntad llévalo contigo.”
Cuando su hijo murió pensó que
esa había sido la voluntad de
Dios.
Ese tipo de oración es total falta de conocimiento de la voluntad de Dios,
porque claramente está escrito en
Su Palabra que Su voluntad es sanarnos.
Los pecadores no oran: “Señor, sálvame si es Tu voluntad.” Sería algo ridículo, pues la Palabra de Dios declara que el Señor esta: “. . . queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:8).
También dice que “. . . el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”
(Apocalipsis 22:17). Por eso, el pecador jamás debe
orar: “Si es Tu voluntad.”
Esto es tan tonto como el que un hijo de Dios ore: “Señor, sáname si es tu voluntad.”
La Palabra de Dios
nos dice claramente que Jesús ya pagó el precio de nuestra sanidad. Por
ejemplo, en Mateo 8:17
dice:
“El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.”
Cuando leemos este verso y entendemos completamente lo que realmente
está diciendo, va a provocar una revolución en nuestras vidas, porque seremos
capaces de enfatizar la palabra “nuestras.” Tal como Pablo decía "mirad con cuan grandes letras os escribo"; de ese mismo modo declararemos que Él mismo tomó
nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias; y nosotros estamos incluidos en la
palabra nuestras.
Podemos decir confiadamente que Él tomó nuestras enfermedades
y llevó nuestras
dolencias. Esto lo traerá directamente
a
donde vivimos.
Nunca
más tendremos
que llevar
nuestras
enfermedades. ¡Él
las
llevo para que nosotros podamos estar libres!
Ya no hay necesidad alguna de que ambos las llevemos. Si Jesús las llevó
para
que fuésemos libres, ¿Por qué debemos orar “si es tu voluntad”? ¡La Biblia
declara cual es su voluntad!
A la mayoría de personas que no creen en la Sanidad Divina no les gusta este
verso.
Una persona dijo que este verso significa
que Cristo tomó las enfermedades de
la gente que vivió
en su tiempo,
pero
que
no
es para nosotros hoy.
Parece que se olvidó que Mateo escribió su evangelio después que Jesús
murió. Si la sanidad solo era para los que vivieron cuando Jesús vivió en la tierra, Mateo hubiera escrito: “El mismo tomó SUS enfermedades y
llevó SUS dolencias.” Pero Mateo no escribió eso. El Espíritu Santo, a través de Mateo, escribió: “El mismo TOMÓ nuestras enfermedades y LLEVÓ nuestras dolencias.”
Otra persona desarrolló la teoría de que este verso en vez de referirse al pasado, se refiere al futuro, que este verso se cumplirá en el Milenio.
Pero esto no
puede ser cierto, porque
entonces no habrá necesidad de sanidad, ya que la
maldición será quitada.
Pablo dijo que seríamos transformados en un instante, “en un abrir y cerrar de ojos” (1 Corintios 15:52). Nuestros cuerpos no estarán llenos de enfermedad en el
Milenio, así que no necesitaremos la provisión de
la sanidad.
La promesa de la sanidad divina nos pertenece ahora, porque es en esta vida que estamos sujetos a la enfermedad. La promesa de que Él tomó nuestras
enfermedades y llevó nuestras
dolencias nos
pertenece hoy. Por
eso
no
necesitamos orar: “si es Tu voluntad”; porque Su Palabra nos muestra claramente
Su
voluntad.
Pero alguien podría preguntar, sin citar el verso completo; “¿Queeeee? ¿Pero
Cristo no enseñó a orar: “Padre, hágase tu voluntad?” Lo que no se
da cuenta esta persona es que el usar esta porción de la Biblia es solo usar la mitad de la verdad. Y como alguien dijo: “¡Cuídense de las
medias verdades! ¡Puede que reciban la mitad incorrecta!
Y como dice la ley de la hermenéutica: "Un texto sin contexto
no es
más que un pretexto, pero jamás un punto doctrinal".
Lo que Cristo nos enseño a orar es: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la
tierra.” Lo que Cristo nos
estaba enseñando a orar es
que la
voluntad de Dios sea hecha aquí en
la tierra
así como es hecha en el cielo.
Y por ese motivo como no hay enfermedades ni dolencias en el
cielo, entonces
su
voluntad es
que tampoco haya enfermedades ni dolencias en la tierra. Si su voluntad se hace verdaderamente en la tierra como se hace en el cielo, no habrá
enfermedades ni
dolencias.
Un hombre dijo que el sabía que la voluntad de Dios era no sanarle una
dolencia física que tenía. Contaba que una mañana cuando se despertó, su cuarto
se
llenó de luz y alguien que
tenía una túnica larga y blanca se le apareció.
Aunque no vio su rostro, el hombre pensó que era Jesús. Esta persona le dijo: “No es mi voluntad sanarte.” Luego desapareció. El hombre aceptó como cierto que no
era la voluntad de Dios sanarle.
No se dio cuenta de que era el diablo que lo
estaba engañando.
Podemos estar tan seguros que la sanidad divina es la voluntad de Dios como lo estamos que salvar a los perdidos es Su voluntad. Nosotros lo sabemos porque conocemos Su Palabra; y Su
Palabra es su voluntad.
La misma Biblia que dice en Juan 3:16 que "de tal manera amó Dios al mundo que dio a Hijo Unigenito para que todo aquel que crea
en Él no se pierda sino que tenga vida eterna"
es la
misma
que dice en Mateo 8:17 que “Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias.”
Es la misma que dice: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:4-5).
Y es la misma Biblia que dice: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1
Pedro 2:24).
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por siempre (Hebreos
13:8). El nunca
cambia. El sigue sanando
porque Su Palabra sigue vigente hoy.
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