viernes, 27 de septiembre de 2013

Cristología 9 - Acerca de la Muerte y Resurrección de Jesús

Muerte y Resurrección de Jesús


La verdad más importante del evangelio es la resurrección de Jesús.

El Apóstol Pablo lo dice en 1 Corintios 15:12-19: “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.”

La fe en la resurrección de Jesús es la clave para nuestra salvación.

Pero iniciemos  por la muerte de Jesús para luego llegar a esta verdad.

Desde el mismo momento de la creación ya se sabía que Jesús iba a venir a este mundo para morir por nosotros. “Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8)

En Génesis 3:15 vemos la primera referencia de la muerte del Mesías por la humanidad: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”

En Isaías 53: 1-12 se ve claramente la misión de Jesús, morir por los pecadores. Veamos los versos 11 y 12: “Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.”

Jesús venía al mundo para llevar nuestro pecado y justificarnos ante Dios.

En Daniel 9:24-27 se encuentra la profecía de las 70 semanas. En el verso 26 encontramos una referencia a la muerte de Jesús: “Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí....”

Ya desde el Antiguo Testamento estaba anunciada la muerte de Jesús por nosotros.

Jesucristo mismo en varios pasajes habló de su misión en la tierra y que su fin era morir por nuestros pecados.

En Juan 3:14-15 Jesús habla de esto: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Aquí Jesús esta haciendo referencia a Números 21:4-9, cuando Moisés tuvo que construir una serpiente de bronce para que se salvase todo aquel que la veía. 

Jesús estaba diciendo que el también iba a ser levantado en una cruz para que todo aquel que crea en Él alcance la salvación.

En Juan 16:28 Jesús hizo esta declaración: “Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.”

Él sabía claramente de donde había venido y a donde iba, no tenía la menor duda de cual era su misión.

En Mateo 16:21 Jesús empezó a decirles que el iba a morir y resucitar al tercer día: “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.”

Esta verdad no les entraba a la cabeza y el tuvo que decírselas varias veces: “Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido. Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará. Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía” (Mateo 18:31-34).

En realidad, como veremos luego, ellos no entendieron hasta después de la resurrección cuando se presentó ante ellos.

Ya desde el principio de su ministerio Jesús había estado hablando de su muerte y resurrección: “Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? Mas él hablaba del templo de su cuerpo. Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho” (Juan 2:19-22).

Al cabo de los tres años y medio del ministerio público de Jesús, conforme a lo que Jesús le dijo a sus discípulos fue a Jerusalén para morir por nosotros.

Es significativo que el fue en el tiempo de pascua donde se sacrificaba el cordero por los pecados del pueblo.

Recordemos que en Juan 1:29 cuando Juan el Bautista vio a Jesús dijo: “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”

En Lucas 22:19-20 Jesús le dijo a sus discípulos que Él estaba entregando su cuerpo y su sangre para instaurar el Nuevo Pacto: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.”

En Juan 10:17-18 vemos que nadie le quitó la vida a Jesús sino que el la entregó de su propia voluntad por nosotros: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”

Justo antes de ser entregado por Judas, mientras oraba en el monte de Getsemani, Jesús pudo haber evitado su muerte, pero el decidió entregar su vida por nosotros. “Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad” (Mateo 26:39-42).

Había una copa por la que Jesús tenía que pasar, el debía morir por nosotros.

Después de ese pasaje vemos como llegó Judas para traicionarlo y entregarlo a la multitud que venía para apresarlo.

Vemos que Jesús fue enjuiciado, golpeado, azotado, humillado y finalmente condenado a morir de la manera más humillante, la muerte de cruz.

El propósito de esa muerte era tomar nuestro lugar y pagar el precio de nuestro pecado. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).

En esa cruz, Jesús se hizo pecado por nosotros, tomó nuestra naturaleza, y murió espiritualmente, como dice en 2 Corintios 5:21: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”

Como resultado de esto por primera vez en su vida se rompió su comunión con el Padre. Es por eso que en Mateo 27:46 Él gritó: “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

Ese fue el momento más duro por el que pasó Jesús; algo más grande que los sufrimientos y dolores por los golpes y la crucifixión, el estar alejado de Dios, el morir espiritualmente.

De ahí a poco es que murió físicamente, como dice el verso 50: “Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.”

Juan nos da más luz acerca de la muerte física de Jesús en Juan 19:31-37: “Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron” (Salmo 34:20, Zacarías 12:10).

Según la ciencia médica, como escribe Josh Mc Dowell en su libro Evidencias que Exigen un Veredicto, el hecho de que sangre y agua salieran del costado de Jesús al momento que le atravesó la lanza del soldado, significa que su corazón había explotado y que ya había muerto.

¿Qué pasó entre los tres días de su muerte y su resurrección?

En Efesios 4:9-10 dice que Jesús descendió a las partes mas bajas de la tierra: “Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.”

Las partes mas bajas de la tierra son el hades, el gehena y el tártaro.

El hades es el lugar intermedio entre la muerte y la condenación eterna. Antes de la resurrección constaba de dos partes que eran el paraíso (o seno de Abraham) y el abismo, que aún subsiste.

El  gehena es el infierno mismo de fuego y azufre, que será estrenado por Satanás, el anticristo y el falso profeta.

Y el tártaro es el lugar donde están los espíritus encadenados que se habla en 2 Pedro 2:4: “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio.”

En cuanto a la separación entre el paraíso y el hades, podemos ver esto claramente en la historia de Lázaro y el pobre.

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:19-31).

Ante todo esta historia no es una parábola, ya que las parábolas nunca utilizan nombres propios; esto es un acontecimiento real. Aquí vemos que ambos, el rico y Lázaro mueren y se van al Hades; pero cada uno va a un lugar diferente, Lázaro va al Paraíso y el rico se va al abismo. 

Esta era la situación anterior a la resurrección de Jesús; estaba el tártaro donde estaban los espíritus encadenados y el hades que constaba de dos partes.

En 2 Pedro 3:19-20 vemos que Jesús descendió al tártaro y le predicó a los espíritus encarcelados: “En el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.”

Vemos que también descendió al abismo, pues en Colosenses 2:14-15 dice: “anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.”

Y también estuvo en el paraíso, pues en Efesios 4:8 dice: “Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres.”

¿Qué era la cautividad? Eran los santos del Antiguo Testamento que esperaban en el seno de Abraham la venida del Mesías.

Es interesante ver que en Lucas 16 el paraíso se encontraba en el Hades pero en 1 Corintios 12:2-4 se encuentra en el tercer cielo: “Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar.”

En Colosenses 2:15 cuando dice que exhibió públicamente a los principados y potestades, nos da la idea de un desfile triunfal, que era el que daban los ejércitos romanos, cuando volvían a Roma después de conquistar una ciudad. Jesús también llegó al Cielo con un desfile triunfal llevando a los santos cautivos del Antiguo Testamento al Cielo.

En Efesios 1: 19-21 nos dice lo que pasó ese día: “y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero.”

Dios mismo sacó a Jesús de la muerte y lo hizo resucitar al tercer día.

Veamos la escena de la resurrección: “Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron” (Marcos 16:1-6).

La tumba esta vacía, ¡Jesús ha resucitado!

En Hechos 1:1-3, Lucas nos dice que Jesús resucitó y se le presento a varias personas: “En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.”

En 1 Corintios 15:3-8 Pablo nos da una lista de personas a las que se les presento Jesús después de su resurrección: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.”

Pablo dice que más de 500 personas vieron a Jesús resucitado, pero no solo eso, sino que muchos de los que lo vieron aún vivían y podían dar testimonio de su resurrección.

Con su resurrección Jesús demostró que era el Hijo de Dios que vino para salvarnos de nuestros pecados.

La resurrección es la base de nuestra fe.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Cristología 8 - Profecías en el Antiguo Testamento Acerca de la Muerte y Resurrección de Jesús

Profecías en el Antiguo Testamento Acerca de la Muerte y Resurrección de Jesús


Antes de entrar en la muerte y resurrección de Jesús veamos las profecías del Antiguo Testamento que apuntaban hacia ellas.

Jesucristo mismo dijo que las profecías del Antiguo Testamento acerca del Mesías se referían a Él: “Cada día estaba con vosotros en el templo enseñando, y no me prendisteis; pero esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras” (Marcos 14:49).

Un pasaje impactante de la Escritura se encuentra en Isaías 53:

Isaías 53:1-12
1 ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?
2 Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.
3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
8 Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.
9 Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.
10 Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.
11 Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.
12 Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores..

En Este pasaje vemos a un Mesías sufriente, entrando al mundo con una misión; redimir al hombre del pecado.

Aquí vemos como el Mesías iba a llevar el pecado de la humanidad, dando su vida para poder justificarnos.

Veamos lo que dice el Antiguo Testamento de los eventos que precedieron a la muerte de Jesús.

En el Salmo 41:9 vemos que sería traicionado por un amigo: “Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar.“

Esto se cumplió en Mateo 10:4 cuando habla de Judas, uno de los doce discípulos, que fue quien lo traicionó: “... y Judas Iscariote, el que también le entregó.”

Pero la Biblia no solo nos habla de esto sino también del precio de la traición. Lo que pasaría con ese dinero y cual sería su uso final.

Zacarías 11:12-13
12 Y les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no,  dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata.
13 Y me dijo Jehová: Échalo al tesoro; ¡hermoso precio con que me han apreciado! Y tomé las treinta piezas de plata, y las eché en la casa de Jehová al tesoro.

Zacarías 11:12-13
13 Entonces el Señor me dijo: Arrójalo al alfarero (ese magnífico precio con que me valoraron). Tomé pues, las treinta piezas de plata y las arrojé al alfarero en la casa del Señor.

Esta profecía es muy especifica; nos dice el costo de la traición (30 monedas de plata), el material de las monedas (plata y no oro), nos dice que serían arrojadas (no entregadas), el lugar donde serían arrojadas (en la casa del Señor) y el uso del dinero (para comprar el campo del alfarero).

Veamos el cumplimiento de estas profecías:

En Mateo 26:14-15 vemos que fue vendido por 30 monedas de plata: “Entonces uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y dijo: ¿Qué estáis dispuestos a darme para que yo os lo entregue? Y ellos le pesaron treinta piezas de plata.”

Los sacerdotes le pesaron a Judas 30 monedas de plata como salario por traicionar a Jesús, tal como estaba predicho en la Biblia.

En Mateo 27:5-7 vemos como es que Judas después de haber traicionado a Jesús tuvo remordimientos de conciencia y arrojó el dinero de la traición en el templo, dinero que fue utilizado para comprar el campo del alfarero: “Y él, arrojando las piezas de plata en el santuario, se marchó; y fue y se ahorcó. Y los principales sacerdotes tomaron las piezas de plata, y dijeron: No es lícito ponerlas en el tesoro del templo, puesto que es precio de sangre. Y después de celebrar consejo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para sepultura de los forasteros.”

Podemos ver como las profecías se cumplieron al detalle en Jesús.

Otra profecía significativa es el abandono de Jesús por parte de sus discípulos.

En Zacarías 13:7 dice: “... Hiere al pastor y se dispersarán las ovejas, y volveré mi mano contra los pequeños.” Esta profecía se cumplió en Marcos 14:27,50 donde dice: “Y Jesús les dijo*: Todos vosotros os apartaréis, porque escrito está: ‘HERIRÉ AL PASTOR, Y LAS OVEJAS SE DISPERSARAN’... Y abandonándole, huyeron todos.”  

Entrando a las profecías acerca de su juicio encontramos las siguientes:

En el Salmo 35:11 vemos que el Mesías sería acusado por falsos testigos: “Se levantan testigos malvados; de lo que no sé me preguntan.” Esto se cumplió en Mateo 26:59-61 cuando se presentaron falsos testigos para tratar de incriminar a Jesús: “Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte, no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos, que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios,  y en tres días reedificarlo.”

En Isaías 53:7 dice que el Mesías no hablaría delante de sus acusadores: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció,  y no abrió su boca.” Esto se cumplió en Mateo 27:12-14 cuando Jesús no habló palabras para defenderse delante de la gente que lo acusaba falsamente durante su juicio: “Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió. Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.”

Otras de las profecías muestran que el Mesías sería herido y magullado.

En Isaías 53:5 dice: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” Esto fue cumplido en Mateo 27:26 donde dice: “Entonces les soltó a Barrabás;  y habiendo azotado a Jesús,  le entregó para ser crucificado.”

Vamos viendo como se fueron cumpliendo una a una las profecías acerca del Mesías en la vida de Jesús.

Otra de las profecías trata con los insultos que recibiría el Mesías.

En el Salmo 22:7-8 podemos ver literalmente los insultos y burlas que hicieron de Jesús: “Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca,  menean la cabeza,  diciendo: se encomendó a Jehová;  líbrele él; sálvele,  puesto que en él se complacía.” Esto se cumplió en Mateo 27:39-43: “Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios,  desciende de la cruz. De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos,  decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel,  descienda ahora de la cruz,  y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.”

Otra profecía dice que sus pies y sus manos serían perforados:

El Salmo 22:16 dice: “Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies.” 

Como estas veremos otras profecías más en la siguiente entrada.


miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cristología 7 - Vida y Ministerio Terrenal de Jesús

Vida y Ministerio Terrenal de Jesús


¿Qué pasó en los “años perdidos” de Jesús? Nada especial. 

“Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (Lucas 2:39-40).

Aquí vemos que Jesús regresó a su ciudad natal, Nazaret de Galilea, en la parte norte de Israel, luego de cumplirse todo lo estipulado por la ley.

Si vamos mas allá en la Biblia veremos que Jesús no se movió de Galilea, excepto los tiempos que la Ley estipulaba que debía viajar a Jerusalén.

“Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa” (Marcos 6:1-4).

Jesús creció y vivió en Nazaret, tomando la profesión de su padre, siendo carpintero. La gente lo conocía y estaban sorprendidos porque no había demostrado nada sobrenatural hasta que cumplió 30 años.

“Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Lucas 3:21-22).

Ese día fue el cambio, es el momento del inicio de su ministerio.

En Hechos 10:38 vemos la confirmación de esto: “Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.”

En los evangelios apócrifos (escondidos, ocultos) y otros escritos y tradiciones orales, dicen que Jesús hizo una serie de milagros en su niñez, pero vemos que las sanidades y milagros vinieron después de su bautismo con el Espíritu Santo. Recordemos que Jesús era conocido como carpintero, no como milagrero.

Además en Juan 2:1-11 dice que su primera señal (o milagro) fue el convertir el agua en vino en las bodas de Caná, que es un acontecimiento posterior a su bautismo con el Espíritu.

Otra cosa que podemos ver es que Jesús no hizo las sanidades y milagros por ser el Hijo de Dios, sino que el esperó ser lleno del Espíritu Santo para recién empezar ha hacerlos. Es decir, el hizo las sanidades y milagros como cualquier creyente lleno del Espíritu Santo y el poder de Dios.

Por eso es que Él dijo en Juan 14:12: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.”

Jesús es nuestro modelo, el ejemplo que debemos seguir.

Para entender el alcance del ministerio público o terrenal de Jesús, debemos darnos cuenta a quien fue enviado a ministrar. En Mateo 15:24 mientras hablaba con la mujer sirofenicia, Jesús dijo estas palabras: “El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.”

El carácter universal de su ministerio vino con su muerte y resurrección, cuando el murió por los pecados de todos los hombres.

Por ese motivo, no es de sorprenderse la fuerte oposición de los judaizantes de la iglesia judía contra el mensaje de Pablo a lo largo del Libro de Hechos, acerca del carácter universal del ministerio, ya que ellos pensaron en primer momento que el evangelio era solo para los judíos (el caso de la conversión de Cornelio en Hechos 10 y 11), y luego la necesidad de circuncidarse y cumplir toda la Ley de Moisés para poder ser salvos (tema del Concilio de Jerusalén en Hechos 15 y la ocasión del libro de Gálatas). 

Pero pasemos a lo que estamos viendo del ministerio público de Jesús.

En Mateo 9:35 vemos en que consistió el ministerio terrenal de Jesús: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.”

Son tres cosas principales las que Jesús hizo:
  1. Enseñar
  2. Predicar
  3. Sanar a los enfermos

Por ejemplo, los evangelios están llenos de las enseñanzas de Jesús, tenemos el Sermón del Monte (Mateo 5, 6 y 7); las parábolas (Marcos 4); o las enseñanzas que dio a sus discípulos en la última cena (Juan 13,14, 15 y 16), entre muchas otra más.

El enseñaba con tal autoridad que la gente podía ver la diferencia.

En Marcos 1:27 dice: “Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?”

En Mateo 7:28-29 dice: “Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.”

Aun sus enemigos reconocían que su enseñanza era diferente a cualquier otra: “Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído? Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (Juan 7:45-46).

Otra cosa en cuanto a su enseñanza fue que su auditorio principal, a quien les enseñaba al detalle todas las cosas era a sus discípulos: “Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en particular les declaraba todo” (Marcos 4:33-34).

Jesús no le enseñaba todo a la gente, solo lo que podían oír, es a sus discípulos a quienes les declaraba todo.

En cuanto a su predicación veamos lo que dice Lucas 4:16-21, cuando Jesús fue a Nazaret: “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.”

Este pasaje, al inicio del ministerio de Jesús, nos dice que una parte primordial del ministerio terrenal de Jesús es la predicación de la Palabra de Dios.

Es interesante que Jesús cita esta profecía de Isaías 61:1-2, en la cual Él afirma que es el Mesías, cuando dice: “Hoy se cumple esta escritura delante de ustedes.”

Recordemos que Jesús empezó su ministerio predicando en la tierra de Zabulón y Neftalí tal como se había profetizado en Isaías 9:1-2: “Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea; y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció. Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentios, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:12-17).

Jesús tuvo un ministerio de predicación.

Finalmente podemos ver que Jesús tuvo un ministerio de sanidades y milagros.

A lo largo de los evangelios podemos ver como la gente venia para oírle y recibir sanidad: “Descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades” (Lucas 6:17).

En Mateo 8:16-17 dice: “Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.”

Este ministerio de sanidades era una de las marcas del Mesías y este verso en particular es el cumplimiento de la profecía hecha en Isaías 53:4-5.

Podemos ver que Jesús tuvo un ministerio de sanidades.

Una cosa más para ver, en cuanto al ministerio público de Jesús, es que Él llamó discípulos en los cuales multiplicarse.

Desde el mismo llamado de Pedro y Andrés en Mateo 4:18-19, Jesús les estaba mostrando el carácter del ministerio al cual los estaba llamando, para alcanzar el mundo: “Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.”

Vemos que en los tres años y medio de su ministerio público Jesús anduvo con sus discípulos por todos lados, enseñándoles en privado y dándoles ejemplo en público. 

En Marcos 3:13-19 vemos el grupo principal de discípulos que llamó Jesús y el propósito te este llamado: “Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios: a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro; a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananista, y Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa.”

Aquí vemos el propósito del llamado de los doce:
  1. Estar con Jesús
  2. Enviarlos a predicar
  3. Darles autoridad

Es interesante que el primer ministerio de los doce era estar con Jesús. Y es que para poder reproducirse en ellos, lo primero era instruirlos de una manera personal.

Lo segundo que hizo fue darles una misión, los envió a predicar.

Y lo tercero es darles la provisión, o los medios para cumplir con su misión, es decir. Les dio autoridad.

En el Libro de Hechos podemos ver lo bien que aprendieron su trabajo.


martes, 24 de septiembre de 2013

Cristología 6 - Acerca del Nacimiento de Jesús

Nacimiento de Jesús


Los eventos de su la concepción y nacimiento de Jesús son una prueba contundente de su carácter divino.

Ya hemos visto algunas profecías acerca de su nacimiento virginal y el lugar donde nació, pero veamos otros acontecimientos.

En Lucas 1:26-37 vemos el anunció del nacimiento de Jesús: “Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elisabet ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.”

Aquí vemos varias cosas.

En primer lugar, Dios envió al ángel Gabriel para darle un anuncio a una mujer que seria madre del Mesías.

En segundo lugar, la mujer que iba a tener el hijo era una mujer virgen y el niño iba ha ser concebido sin la ayuda de un hombre.

En tercer lugar, el hijo iba ha ser concebido por obra del Espíritu Santo e iba ha ser llamado Hijo de Dios.

Vemos que el nacimiento de Jesús iba ser totalmente diferente a cualquier otro que hubiera habido.

En Mateo 1:18-21 vemos que un ángel se le apareció a José para hablarle de este nacimiento: “El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”

José estaba preocupado porque pensaba que María estaba encinta como consecuencia de una infidelidad.

Pero el ángel le dijo dos cosas:

El hijo que iba a nacer era engendrado del Espíritu Santo.

Y además que debía llamarlo Jesús, porque su misión en este mundo era salvar al mundo de sus pecados.

Otro acontecimiento importante es la visita de los reyes del oriente. 

“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel. Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra” (Mateo 2:1-11).

Aquí hay otro acontecimiento sobrenatural; los reyes del oriente llegando hasta el niño por haber visto su estrella.

Es probable que ellos hubieran leído las Escrituras y sabían que era el tiempo del nacimiento del Mesías, al cual llaman el rey de los judíos.

Al consultar en Jerusalén acerca del lugar de su nacimiento, los sacerdotes le dicen que iba a nacer en Belén, tal como había sido profetizado por Miqueas, como ya vimos antes.

Ellos siguieron su camino y llegaron hasta el lugar mismo donde estaba Jesús, guiados por una estrella.

Otro acontecimiento sobrenatural fue lo que le pasó a los pastores de Belén: “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho” (Lucas 2:8-20).

Aquí los pastores recibieron un mensaje de un ángel, que había nacido el salvador del mundo.

Luego un coro de ángeles les dice que la gracia de Dios había traído al salvador del mundo, que venía un cambio, el favor de Dios estaba disponible a todos los hombres por medio de Jesús.

Un último acontecimiento fue lo que sucedió en la presentación de Jesús al templo en Lucas 2:21-37: “Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido. Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor), y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos. Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel. Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones. Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.”

Aquí hay dos ancianos que dan testimonio de que Jesús es el Mesías que iba a venir al mundo.

Es interesante la profecía de Simeón, quien no era un profeta, sino un hombre justo, y quien había recibido por revelación que antes de morir vería al Mesías. Él reconoció que Jesús era el Mesías.

Su profecía es muy poderosa pues no solo nos habla del ministerio de Jesús, sino de que también alcanzaría a los gentiles. Además nos dice de la forma de su muerte y que iba a ser atravesado por una espada.

Además vemos el testimonio de la profetisa Ana, quien tenía más de 100 años, quien daba testimonio de Jesús a todos los que esperaban la venida del Mesías.


lunes, 23 de septiembre de 2013

Cristología 5 - Testimonios Acerca de Jesús

Testimonios Acerca de Jesús


Una de las cosas de mayor importancia en el cristianismo es conocer verdad acerca de la identidad de Jesucristo; para poder establecerlo veremos los testimonios bíblicos acerca de lo que Él dijo de si mismo y de lo que la gente dijo de Él.

Durante mi vida cristiana de más de 30 años muchísima gente; no uno solo sino varios, me han dicho de que Jesús nunca dijo haber sido Dios, eso demuestra que nunca se han tomado tiempo para leer la Biblia y averiguar que dijo Jesús de si mismo.

En Juan 5:31-39 Jesús muestra cuatro testigos que hablan por Él:

Juan 5:31-39
31  Si yo doy testimonio acerca de mí mismo,  mi testimonio no es verdadero.
32  Otro es el que da testimonio acerca de mí,  y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.
33  Vosotros enviasteis mensajeros a Juan,  y él dio testimonio de la verdad.
34  Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno;  mas digo esto,  para que vosotros seáis salvos.
35  El era antorcha que ardía y alumbraba;  y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz.
36  Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan;  porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese,  las mismas obras que yo hago,  dan testimonio de mí,  que el Padre me ha enviado.
37  También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí.  Nunca habéis oído su voz,  ni habéis visto su aspecto,
38  ni tenéis su palabra morando en vosotros;  porque a quien él envió,  vosotros no creéis.
39  Escudriñad las Escrituras;  porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna;  y ellas son las que dan testimonio de mí

En este pasaje Jesús no apela al testimonio de si mismo para demostrarle a los judíos que Él era quien decía ser, el declara acerca de cuatro testigos que lo respaldan:

1. Juan el Bautista

2. La obras que el hacía

3. Dios el Padre

4. Las Escrituras (el Antiguo Testamento)

Pero a pesar de esto, Jesús dijo muchas cosas acerca de si mismo:

En Marcos 14:61-62 dijo claramente en Su juicio: “Mas él callaba, y nada respondía.  El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo,  el Hijo del Bendito? Y Jesús le dijo: Yo soy;  y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.”

Que declaración más poderosa, Jesús está diciendo claramente que Él es el Cristo, el Mesías que estaban esperando los judíos.

Anteriormente, al principio de su ministerio Él lo había dicho también:

Lucas 4:16-21
16  Vino a Nazaret,  donde se había criado;  y en el día de reposo entró en la sinagoga,  conforme a su costumbre,  y se levantó a leer.
17  Y se le dio el libro del profeta Isaías;  y habiendo abierto el libro,  halló el lugar donde estaba escrito:
18  Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos;
19  A predicar el año agradable del Señor.
20  Y enrollando el libro,  lo dio al ministro,  y se sentó;  y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
21  Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.

Como dice un viejo dicho: “A buen entendedor pocas palabras”; aquí Jesús esta leyendo una profecía mesiánica que se encuentra en Isaías 61:1-2, y dice: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.”

Lo que le estaba diciendo es que ellos estaban en ese momento con el Mesías que estaban esperando.

En Juan 6:38 Jesús dijo abierta y públicamente de donde venía: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.”

Aquí Jesús está declarando su origen divino.

En Juan 8:42 Jesús siguió dando más luz acerca de esto: “Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais;  porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo,  sino que él me envió.”

En Juan 5:17-18 Jesús dio otra afirmación que fue claramente entendida por los judíos: “Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.”

Jesús no tenía ningún temor de decir que era el hijo de Dios, lo decía de tal manera que los judíos lo entendiesen claramente.

Pero en Juan 10:30 Jesús fue más allá cuando dijo: “Yo y el Padre uno somos.”

Varias Biblias (Biblia del Pueblo de Dios, Nacar Colunga, Latinoamericana, Reina Valera 2000 entre otras) dice: “Yo y el Padre somos la misma cosa.”

Si Jesús y el Padre son la misma cosa, entonces Jesús es Dios.

En Juan 14:7-9 mientras Jesús habla con Felipe hace un declaración que reafirma lo anterior: “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais;  y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor,  muéstranos el Padre,  y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?”

Si el que ha visto a Jesús ha visto al Padre y Jesús y el Padre son lo mismo, entonces Jesús es Dios.

Durante su vida Jesús no tuvo problemas en recibir la adoración de la gente, ni tampoco que le dijeran Dios.

En Mateo 14:33 dice: “Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron,  diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.” Aquí Jesús permitió que la gente le adorara y que le dijeran Dios; el no se molestó cuando lo adoraron diciendo: “No me adoren, yo no soy Dios solo soy un hombre.”

En Mateo 28:8-9 Jesús dejó que las mujeres le adoraran: “Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo:  ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.”

En Juan 5:23 Jesús dijo que lo debían adorar como lo hacían con el Padre: “para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.”

La palabra honrar es el término griego timao que significa reverenciar.

Si Jesús exigió reverencia y aceptó la adoración de la gente es porque Él sabía claramente que era Dios.

Veamos lo que la gente dijo acerca de Jesús.

Citemos primeramente a Juan el Bautista.

En Juan 1:32-34 dijo claramente: “También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.”

El testimonio de Juan el clarísimo: Jesús es el Hijo de Dios.

Veamos ahora lo que dijo Pedro:

“Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos,  diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:13-16).

Aquí Jesús le está preguntando a sus discípulos que decía la gente de Él; y luego les pregunta quienes piensan ello que es Él, y Pedro dice claramente: Tu eres el Cristo, es decir, el Mesías, el Hijo de Dios.

Veamos ahora lo que le dijo Marta:

“Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” (Juan 11:27).

Marta se dio cuenta de que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios.

Tomás también hablo de Jesús:

“Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío,  y Dios mío!” (Juan 20:24-28).

Tomás llamó a Jesús Dios.

Ahora veamos lo que dijo Pablo de Jesús:

“Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).

Pablo dice que Jesús era su Gran Dios y Salvador.

Los judíos se dieron cuenta rápidamente de quien era Jesús:

“Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (Juan 10:33).

Finalmente veamos lo que dijo el Centurión Romano en Mateo 27:54: “El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto,  y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios.”

En los Evangelios podemos ver una mayor cantidad de comentarios de la gente acerca de Jesús, estos nos sirven para demostrar que Jesús dijo y la gente entendió claramente que era el Hijo de Dios.