lunes, 6 de enero de 2014

Realidades de la Nueva Creación 8 - Creación y Caída del Hombre

Creación y Caída del Hombre


En los tres primeros capítulos de Génesis vemos la historia de la creación y caída del hombre.

En Génesis 1:26-27 vemos que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”
En 1 Tesalonicenses 5:23 dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”

El hombre es imagen de Dios en el sentido que es un ser espiritual, tal como Dios lo es y es semejanza de Dios en el sentido que es trino como Dios.

Juan 4:24
24  Dios es Espíritu;  y los que le adoran,  en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

Como vimos en 1 Tesalonicenses 5:23, el hombre posee tres partes: un espíritu, un alma y un cuerpo, que aunque los separamos por cuestión de estudio, es una unidad.

El espíritu es la parte central del hombre, el verdadero yo del hombre.
Cuando el cuerpo físico del hombre muere y es enterrado, el espíritu sigue vivo.  Es la parte eterna del hombre.  El espíritu nunca puede morir, y como hombre es un espíritu tampoco muere.  

En Filipenses 1:23-24 Pablo se encuentra en una disyuntiva, no sabe si quedarse en la tierra o ir al Cielo: “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros.”
Pablo dice que sea que muera físicamente o que se quede en la tierra él iba a seguir vivo.
Leamos 2 Corintios 4:16: “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.” 

La Biblia en Lenguaje Sencillo nos aclara la idea: “Por eso no nos desanimamos. Aunque nuestro cuerpo se va gastando, nuestro espíritu va cobrando más fuerza”.
Hay un hombre interior y un hombre exterior, el hombre interior es el espíritu, y el exterior es nuestro cuerpo. El hombre exterior, el cuerpo, no es nuestro verdadero yo, es la casa donde vive el hombre interior que es el verdadero yo.
Podemos definir entonces que el espíritu es el verdadero yo del hombre, el hombre interior, el cual es eterno. También podemos definir que el cuerpo es el hombre exterior, la casa donde vivimos.
¿Qué es el alma? El alma es la parte mental o intelectual del hombre, donde se encuentran nuestras emociones, pensamientos, decisiones e intelecto.
En Hebreos 4:12 hablando de la diferencia entre el espíritu y el alma dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” 

Veamos como lo dicen otras versiones:

La Biblia de Jerusalén
Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón.

La Biblia de las Américas
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón.

Notemos que entre el espíritu y el alma hay una frontera o división, es decir son dos cosas distintas, aunque están unidas, son parte de un todo, que es la persona. Por eso los separamos para poder estudiarlos.
En 1 Corintios 14:14 podemos ver la diferencia: “Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto.” La Biblia de Jerusalén nos da más luces acerca de esto: “Porque si oro en lengua, mi espíritu ora, pero mi mente queda sin fruto”.

El espíritu ora, pero el entendimiento o la mente, que es parte del alma, queda sin fruto. Es decir, podemos ver que el espíritu y el alma son y tienen funciones diferentes.
Definiendo:
El espíritu es la parte central, el hombre interior, el verdadero yo del hombre.
El alma es la parte pensante del hombre, donde se encuentran las emociones, las decisiones y pensamientos del hombre.
El cuerpo es la parte externa del hombre, el hombre exterior, la casa en la cual vivimos.

Entendiendo esto veamos la creación y la caída del hombre.

En Génesis 1:26-27 vemos que el hombre fue creado a la imagen y semejanza de Dios, es decir como un ser espiritual, y a la vez un ser trino, pues tenía un espíritu, un alma y un cuerpo.

Génesis 1:26-27
26  Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. 
27  Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Adán fue colocado en la tierra como el gobernador de este mundo, se le dio dominio y autoridad sobre toda la creación; y se le encargo como tarea cuidar del huerto de Edén.
Se le dio inteligencia, de hecho el le puso nombre a todos los animales que existían, Dios le dio una compañera (Eva); vivía en un lugar de gran abundancia, donde la felicidad y alegría reinaban.
Solo se le dio una advertencia: “Mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17).
Ese momento Dios le dio algo al hombre, el libre albedrío; es decir, la capacidad de elegir su propio destino. El hombre podía decidir si es que iba a vivir o a morir; la decisión no era de Dios sino de él.
Pero en Génesis 3:1-6 vemos que el hombre decidió desobedecer a Dios; en realidad, el estaba en su derecho pues Dios le había dado la libertad de tomar sus propias decisiones y elegir su destino, pero decidió mal, falló en el blanco.
Génesis 3:1-6
1  Pero la serpiente  era astuta,  más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho;  la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?
2  Y la mujer respondió a la serpiente:  Del fruto de los árboles del huerto podemos comer;
3  pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él,  ni le tocaréis,  para que no muráis.
4  Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;
5  sino que sabe Dios que el día que comáis de él,  serán abiertos vuestros ojos,  y seréis como Dios,  sabiendo el bien y el mal.
6  Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer,  y que era agradable a los ojos,  y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría;  y tomó de su fruto,  y comió;  y dio también a su marido,  el cual comió así como ella.

Ese el significado del pecado, fallar en el blanco. Adán pudo haber cumplido su meta y propósito pero el decidió pecar y morir.

En Romanos 5:12 nos dice lo que paso: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”

El pecado había entrado al mundo, y con el la muerte, pues en Romanos 6:23 dice que la paga del pecado es la muerte. Sin embargo, vemos que apenas Adán pecó no murió físicamente, sino que siguió viviendo hasta una edad avanzada.
En este punto definamos lo que es la muerte. Contrario a lo que la gente piensa, la muerte no significa cesación de vida; la muerte significa separación.

En Santiago 2:26 dice: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.”
Por ese motivo como vimos antes, Pablo decía que podía partir e ir al Cielo, o quedarse en la tierra, su espíritu y su alma iban a ser separados de su cuerpo.
La muerte de la que estamos hablando es de la muerte espiritual, o la separación de Dios. Dios en su santidad no podía tener comunión con el pecado y ese era el estado en el que el hombre quedo después de su caída.
Vemos que después de comer del fruto varias cosas pasaron con el hombre:
En primer lugar su naturaleza fue cambiada. 
En Génesis 3:7-8 dice: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.”
Hasta ese momento el no había conocido lo que era el temor, al ser abiertos sus ojos se dieron cuenta que algo les faltaba.
En segundo lugar rompió su comunión con Dios.
En Génesis 3:9-10 dice: “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.”
Por primera vez el hombre estaba alejado de Dios, no podía estar en su presencia como sucedía antes.

En tercer lugar el hombre empezó a auto justificarse.
En Génesis 3:11-13 dice: “Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí.”
El hombre no quiso aceptar su falta, le era más fácil echarle la culpa a Dios de lo que había hecho.
En cuarto lugar el hombre entró en maldición.
En Génesis 3:14-19 vemos que el hombre no solo murió espiritualmente sino que también entró en maldición y con el arrastro a toda la creación.
Génesis 3:14-19
14  Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste,  maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo;  sobre tu pecho andarás,  y polvo comerás todos los días de tu vida.
15  Y pondré enemistad entre ti y la mujer,  y entre tu simiente y la simiente suya;  ésta te herirá en la cabeza,  y tú le herirás en el calcañar.
16  A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces;  con dolor darás a luz los hijos;  y tu deseo será para tu marido,  y él se enseñoreará de ti.
17  Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer,  y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él;  maldita será la tierra por tu causa;  con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.
18  Espinos y cardos te producirá,  y comerás plantas del campo.
19  Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra,  porque de ella fuiste tomado;  pues polvo eres,  y al polvo volverás.

En quinto lugar el hombre fue echado del Edén.
En Génesis 3:22-24 dice: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.”
Finalmente el hombre fue echado del huerto, a una tierra totalmente diferente a la que conoció, donde las cosas le iban a ser difíciles y complicadas, y donde finalmente moriría físicamente.
Sin embargo, dos cosas sucedieron que le darían esperanza al hombre de que sería finalmente redimido.
Primero, en Génesis 3:15 se da la primera mención respecto a la venida del Mesías al mundo.
Génesis 3:15
15  Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.
Segundo, Dios establece el derramamiento de sangre como medio de expiación de los pecados del hombre.

En Génesis 3:21 dice: “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.”

Para poder vestir con pieles a Adán y Eva Dios tuvo primero que matar animales; esto significa que para cubrir el pecado del hombre se necesitaba del derramamiento de sangre.
Jesús cumplió con estas dos cosas por nosotros; Él es nuestro Mesías y Él vino para quitar nuestros pecados por medio de su sangre su sangre. 

En Romanos 5:14, 18-19 dice: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.”
Debido al pecado de Adán, todos los hombres murieron espiritualmente y luego físicamente; los hombres se convirtieron en pecadores, pero por la obra de Jesús fueron hechos justos.
En Juan 8:44 vemos que la misma naturaleza del hombre fue cambiada y se convirtió en hijo del diablo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.”

El hombre que había sido creado para tener a Dios como Padre ahora tenía un nuevo padre que era el diablo.
En Efesios 2:1-3 vemos las consecuencias de esa transformación: “En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo.  Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia. En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos,  siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás,  éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios” (Nueva Versión Internacional). 

El hombre estaba muerto, viviendo en pecado, siguiendo los deseos de su cuerpo y su alma, se había convertido en hijo de ira, es decir, condenado al infierno.
Por este motivo Dios tenía que preparar un plan para poder rescatar al hombre de su destrucción final; este plan de rescate es la redención. 

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