sábado, 11 de enero de 2014

Realidades de la Nueva Creación 12 - Jesús, Nuestro Sumo Sacerdote

Lo que Jesucristo Hace Hoy por Nosotros


Filipenses 2:8-11
8 Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 
9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 
10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Debido a su muerte y resurrección Jesús recibió toda la autoridad.

Hebreos 1:3
3 El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.

Luego de sentarse a la diestra de Dios, Jesús termino con su ministerio terrenal pero empezó su ministerio celestial a nuestro favor.


Jesús, Nuestro Sumo Sacerdote

Hebreos 4:14-16
14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión (confesión). 
15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 
16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Jesús es llamado “un gran sumo sacerdote”. 

El Sumo Sacerdote (Archiereus), era el grado mas alto de la religión judía. Era la persona que Dios había designado para entrar al Lugar Santísimo y presentar la sangre del cordero que se sacrificaba cada año para cubrir los pecados del pueblo.

El Sumo Sacerdote, como su nombre lo indica era el principal de los sacerdotes (palabra que significa: “Uno que ofrece sacrificios y que está a cargo de las cosas que pertenecen a ellos.”

Hebreos 8:1-7
1 Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, 
2 ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. 
3 Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer. 
4 Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; 
5 los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte. 
6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. 
7 Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.

En este pasaje vemos la diferencia entre el sacerdocio levítico y el sacerdocio de Jesús.

Dios estableció el sacerdocio levítico para poder presentar ofrendas y sacrificios conforme a la ley; incluyendo el sacrificio por los pecados del pueblo.

Hebreos 9:11, 12, 24-26
11 Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación,
12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
                   
Hebreos 9:24-26
24  Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios;
25  y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.
26  De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.

En el sacerdocio levítico se presentaba la sangre de animales para cubrir los pecados del pueblo durante un año; pero en el sacerdocio de Jesús, él mismo ofreció su sangre en sacrificio por nuestros pecados para darnos eterna redención. 

Juan 20:11,15-17
11  Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro;
15 Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras?  ¿A quién buscas?  Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
16  Jesús le dijo: ¡María!  Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro).
17  Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.

Cuando Jesús le dijo a María “no me toques”; El estaba dirigiéndose al Lugar Santísimo celestial para entrar y presentar su sangre como la ofrenda o sacrificio eterno por nuestros pecados.

Hebreos 2:14-17
14  Así que, por cuanto los hijos  participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,
15 y librar a todos las que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.
16  Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham.
17  Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.

Aquí la palabra expiar, es en realidad hacer propiciación (Hilaskomai); que significa: “Hacer a los dioses propicios, aplacar la ira, algo que en su actitud natural no ha sido concebido como una buena voluntad, sino algo que debía ser ganado.”

Notemos que no es Dios quien necesita reconciliarse con el hombre, sino el hombre con Dios. Y esto lo hace solamente el que se acerca a Él por medio de la fe en el sacrificio propiciatorio de Cristo.

Las demandas de justicia de Dios debían ser satisfechas. Fue necesario que Cristo, como Sumo Sacerdote, hiciera propiciación (aplacar la ira de Dios mediante un sacrificio) por los pecados del pueblo; El tuvo que llevar su sangre al Lugar Santísimo celestial y sellar con ella el documento de nuestra redención.
   
A través del sacrificio propiciatorio de Cristo, la persona que cree en el, es liberado de la ira que justamente se merece por quebrar voluntad de Dios.

Este es un ministerio que no tiene que repetir: El no entra al Lugar Santísimo año tras año como lo hacían los sumos sacerdotes; El entró una vez, y para siempre para obtener eterna redención para nosotros. Su sangre es la garantía de nuestra redención.

Esto es lo que El estaba encaminado a hacer cuando María lo vio y El le dijo: "No me toques". Cuando los discípulos lo vieron un poco más tarde, El ya se había encargado de nuestra redención, ya que les dijo: "Ahora, pueden tocarme".

Luego, cuando Cristo ascendió al cielo y se sentó a la diestra del Padre, El comenzó otro ministerio, un ministerio sumo sacerdotal ininterrumpido como nuestro Abogado, Mediador, Intercesor y Pastor.

Hebreos 9:28
28  Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.

Faltaba que se tomara acción con respecto a la naturaleza en el hombre que lo hacía pecar; aquella naturaleza en el hombre que lo hacía mentir, robar y romper la ley. Jesús trató con esa naturaleza de pecado bajo el Nuevo Pacto; El quitó esa naturaleza por medio del sacrificio de sí mismo.

Notemos que la escritura no dice "pecados"; pecados son hechos o acciones que están mal. Dice "pecado", refiriéndose a la naturaleza de pecado del hombre - la que lo indujo a hacer lo que hacía.
   
Cristo no solamente llevó nuestros pecados (nuestros hechos y acciones de maldad),  El llevó nuestro pecado (la naturaleza de pecado del hombre).
   
No nos hubiera ningún bien que Cristo llevase únicamente nuestros pecados - aún tendríamos la vieja naturaleza de pecado, y no podríamos dejar de actuar mal, seríamos la misma clase de criatura que siempre habíamos sido. Pero, Jesús hizo algo con esa naturaleza de pecado que nos inducía a pecar al quitar el pecado por medio del sacrificio de sí mismo; y lo hizo una vez para siempre.
   
Hebreos 8:6
6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.

Nosotros tenemos un mejor pacto bajo esta dispensación del Espíritu Santo; Por medio del nuevo nacimiento, que experimentamos, Cristo quitó nuestra vieja naturaleza de pecado y nos dio la vida y naturaleza de Dios.  

Hay un aspecto más en su sacerdocio.

Hebreos 3:1
1 Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión.

Hebreos 13:1 (Biblia del Pueblo de Dios)
1 Por lo tanto, hermanos, ustedes que han sido santificados y participan de un mismo llamado celestial, piensen en Jesús, el Apóstol y Sumo Sacerdote de la fe que profesamos.

Hebreos 3:1 (Biblia EUNSA)
1 Por tanto, hermanos santos que sois partícipes de una vocación celestial, fijad vuestra atención en Jesús, Apóstol y Sumo Sacerdote de la fe que confesamos.

Hebreos 3:1 (Reina Valera Actualizada)
1 Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad a Jesús, el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión.

Aquí la palabra profesión es homología que significa confesión.

Es decir, Jesús es el sumo sacerdote de nuestra confesión.

Cuando nosotros hacemos una confesión de fe, Jesús se encarga de ir al Padre y se lo dice para que actúe a nuestro favor.

Hebreos 4:14
14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.

Hebreos 4:14 (Reina Valera Actualizada)
14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que ha traspasado los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra confesión.

Debemos mantenernos firmes con lo que estamos declarando porque Jesús está a nuestro favor encargándose de que ocurra.


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