viernes, 11 de octubre de 2013

El Ministerio Presente de Jesucristo 3 - Jesús es Nuestro Abogado

Jesús es Nuestro Abogado


En 1Juan 1:9-2:2 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestro pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.”

1 Juan 2:1-2 (Palabra de Dios Para Todos)
1 Hijitos míos, les escribo esto para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante Dios: Jesucristo, el Justo.
2 Él sacrificó su vida para quitar nuestros pecados y no sólo los nuestros, sino los de todo el mundo.

Este es el ministerio de Jesús que trata con el perdón de pecados.

Cuando cometemos un pecado, Jesús como nuestro abogado defensor se encarga de defendernos. Por otro lado, cuando el diablo intenta acusarnos ante Dios; Jesús presenta nuestra defensa ante Dios, y su ataque queda sin efecto.

En mis primeros años de creyente, había una canción que cantábamos: “Yo tengo un abogado que mucho me ama, el nunca pierde un caso, todo los gana, el se llama Cristo....”

Ese es nuestro abogado, Jesús. Ya que Jesús está defendiéndonos en el cielo, no debemos creer las mentiras que el diablo trae a nuestra vida.

Una de sus mentiras favoritas es decirnos que Dios no nos va ha perdonar por haberle fallado.

Conocí un joven en 1980 que había conocido al Señor, su cambio fue tan radical, que a la semana siguiente de su conversión más de cien jóvenes de su promoción del colegio empezaron a ir al grupo de jóvenes y le entregaron su vida al Señor.

Sin embargo, dos semanas después cometió un pecado, y el diablo le empezó a decir que Dios nunca lo iba a perdonar. El creyó esa mentira, y nunca pudo recuperarse. Se alejó del Señor.

No se dio cuenta de que tenía un abogado que podía presentarle su caso a Dios.

Dios es un Dios que nos ama y perdona nuestros pecados, y no solo eso, sino que también los olvida.

En Miqueas 7:18-19 dice: “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.”

El mundo dice: “Yo perdono pero no olvido.” Pero Dios es totalmente diferente. Cuando Dios perdona el olvida.

En Hebreos 10:16-17 vemos más de esto: “Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.” 

Aquí volvemos a ver que Dios no se acuerda de los pecados que perdona. Somos nosotros los que no nos perdonamos cuando hacemos algo incorrecto. No sacamos el pecado de nuestra mente, y estamos pensando una y otra vez en él permitiendo que la conciencia de pecado actúe en nuestras vidas; y como resultado volvemos a pecar, y entramos en un círculo vicioso, no podemos ser libres.

Es tiempo de ponerle un alto a esa actitud; debemos darnos cuenta que cuando Dios nos perdonó, nos hace libres del pecado. 

Hermano, ¡tú ya eres libre!

Ya no camines más en esa conciencia de pecado sino en la conciencias de justicia que viene por conocer lo que Cristo hizo por ti.

Otra cosa que debemos de hacer, es no escuchar las palabras de condenación que algunos hermanos traen sobre otros.

Aunque Dios nos perdona muchas veces las personas no lo hacen; y están listos para condenarnos y acusarnos a la menor oportunidad.

En Gálatas 6:1 dice: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tu también seas tentado.”

Una vez compartiendo con un hermano que tenía cuatro meses de creyente, me contó que un creyente con varios años en el Señor, lo estaba condenando porque aún no había dominado su lenguaje.

Es cierto que debemos cuidar nuestra forma de hablar, pero no podemos esperar que un creyente nuevo, sea perfecto. Debemos tener paciencia y esperar que madure. 

En lugar de condenar a los hermanos debemos restaurarlos en espíritu de mansedumbre.

Jesús es nuestro abogado, Él presenta nuestro caso a Dios, y Dios nos perdona inmediatamente. Y luego de perdonarnos Dios olvida lo que hicimos.

Así que, deja de condenarte y empieza a caminar en la dimensión de su perdón.

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