miércoles, 2 de octubre de 2013

El Ministerio Presente de Jesucristo 1 - Jesús Nuestro Sumo Sacerdote

El Ministerio Presente de Jesucristo

Jesús no ha parado su obra a favor nuestro; hay cuatro cosas principales que esta haciendo hoy por nosotros.


Jesús es Nuestro Sumo Sacerdote


En Hebreos 3:1 dice: “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús.”

Hebreos 3:1 (EUNSA)
1 Por tanto, hermanos santos que sois partícipes de una vocación celestial, fijad vuestra atención en Jesús, Apóstol y Sumo Sacerdote de la fe que confesamos.

Hebreos 3:1 (Reina Valera Actualizada)
1 Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad a Jesús, el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión.

Es interesante notar que la palabra traducida como profesión es el término griego homologeo, que se traduce en otros lugares como confesión, como vemos en las versiones EUNSA y Reina Valera Actualizada.

Jesucristo es el Sumo Sacerdote de nuestra confesión, es decir, es quien se encarga de que las cosas que hablamos ocurran en nuestras vidas.

¿Qué está haciendo Jesús por nosotros en su ministerio como Sumo Sacerdote?

En primer lugar, como nos dice este pasaje el entregó su sangre para nuestra redención.

En Juan 20:11,15-17 dice: “Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?  Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.”

Esta primera ascensión no era para sentarse a la diestra del Padre. El propósito que tenía era presentar su sangre en el Lugar Santísimo Celestial, como sacrificio eterno por nuestros pecados.

Como dijo Juan el Bautista (Juan 1:29), Jesucristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

En Hebreos 2:14-17 dice: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos las que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.”

Jesucristo, como nuestro Sumo Sacerdote, se identificó con nosotros; Él se hizo hombre, para poder entregar su vida por nosotros.

En Hebreos 9:11,12 dice: “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.”

Hebreos 9:11-12 (Castillian)
11 Pero ahora Cristo ya ha venido, y lo ha hecho como sumo sacerdote de los bienes prometidos. Porque él entró en el santuario celestial, más amplio y perfecto, que no fue hecho por manos humanas ni pertenece a este mundo,
12 y llevó sangre al Lugar Santísimo, una sola vez y para siempre; pero no sangre de machos cabríos o de becerros, sino su propia sangre, con la que aseguró nuestra eterna redención.

Bajo el Antiguo Pacto, se sacrificaba cada año un cordero por los pecados de todo el pueblo. Esta sangre cubría el pecado del pueblo durante un año, al cabo del cual, se volvía ha hacer un nuevo sacrificio. 

Sin embargo Jesucristo fue el sacrificio perfecto por nuestros pecado, pues, con un solo sacrificio el obtuvo eterna redención por nosotros.

En Hebreos 9:24-28 dice: “Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.”

En este pasaje vemos dos cosas importantes.

Lo primero que vemos es que Jesús trató con el problema del pecado, no de los pecados, sino del pecado; es decir, la naturaleza del hombre. En 2 Corintios 5:21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”

Jesús se hizo pecado por nosotros para que nuestra naturaleza fuese cambiada. Ya no tenemos una naturaleza de pecado sino una naturaleza de justicia.

Lo segundo que vemos es que su sacrificio por el pecado fue hecho una sola vez y para siempre. Eso significa que ya no habrá otro sacrificio por nuestro pecado, ese fue el único y último. 

Es decir, la obra de la redención está completa, ya no hay más sacrificio por el pecado, no necesitamos nada más que la sangre de Jesús.

Jesús nuestro sumo sacerdote, con un solo sacrificio completo la obra de nuestra redención.

No hay comentarios:

Publicar un comentario